24 septiembre 2006

Cadena Perpetua: Manual para crear el perfecto final feliz


Machaque al protagonista de la película sin piedad durante gran parte de la narración y dele la manera de demostrar que es inocente...desela y quitesela de manera cruel y salvaje cuando la película se acerca al final.

Húndale en la deseperación que solo es posible cuando el protagonista ha rozado con los dedos la libertad y la ha visto escapar...cuando todo parece ya perdido, y ya no merece la pena mantener la esperzanza haga que el espectador se tema lo peor, que no va a haber final feliz, que todo el esfuerzo y el corage al final no van a servir para nada, que Andy nunca saldrá vivo de Shawshank...

Justo en ese momento dele el golpe maestro: Una mañana el no está en su celda, se ha esfumado, simplemente se ha desvanecido y solo Rachel Welch conoce el secreto de su huida. Al mismo tiempo, en el despacho del Alcaide, éste encuentra unas viejas botas de presidiario en vez de sus relucientes zapatos de charol...y es a partir de ahí es cuando se desarrolla uno de los más "redondos", perfectos y magnificos finales de la historia del cine. Como espectadores no podremos dejar de asombrarnos, junto a Red, de la inteligencia, paciencia, sangre fria y maestría con las que Andy planeó su escape casi milagroso de la prisión.

Sin embargo la huida de Andy no es el verdadero final, con eso nos habriamos quedado satisfechos...pero no, había algo más, tenía que ser redondo, tenía que ser perfecto: de modo que se van sucediendo la detención del guarda seudo-nazi, el suicidio del Alcaide, saber que
Andy se ha quedado con todo el dinero sucio del Alcaide...y sobre todo, sobre todo, el triunfo más importante y por el que la emoción te embarga hasta el infinito, cuando Red consigue sin esperarla la libertad condicional...y en vez de seguir los pasos del pobre Brooks decide seguir la pista de su amigo Andy. Sencillamente magistral.

Red encuentra la caja escondida por su amigo durante su huida y decide vencer todos sus miedos para encontrarse Andy...y sencillamente ocurre, se encuentran en medio de una paradisiaca playa solitaria, sin más testigos que el oceano Pacífico (que no tiene memoria) y nosotros...que con un suave movimiento de cámara nos alejamos de los dos amigos con una increible sensación de paz, de felicidad, convencidos de que por un instante el mundo es un lugar maravilloso donde todo es posible y en el que al final todo encaja como en un maravilloso puzzle cósmico.


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